Los maestros en el cine cubano y la resignificación de una antigua marginalidad. Para una lectura sobre De cierta manera (Sara Gómez, 1974).
Durante las primeras décadas de la Revolución cubana, diferentes películas recogieron la apuesta del nuevo Estado por la educación para transformar la sociedad. Filmes como Lucía (Humberto Solás, 1868), El brigadista (Octavio Cortázar, 1977) o De cierta manera (Sara Gómez, 1974) cuentan con maestros encargados no solo de alfabetizar diferentes grupos, sino también de convertirlos a la ideología “revolucionaria”. En estas películas, los profesores encarnan un sujeto modelo, un “hombre nuevo” que representa y habla por la ley. Esta voz oficial legitima además el acento, los gustos, la idiosincrasia de un individuo urbano y generalmente hombre, blanco y habanero. El grupo que se quiere reformar lo conforman campesinos, mujeres y afrodescendientes cuyos hábitos religiosos, culinarios, sexuales o lingüísticos quedan asociados con el machismo, el robo y la violencia. Este cine intenta instruir al espectador como sus maestros lo hacen con el resto de los personajes, ofreciéndole un modelo de conducta “revolucionaria”.